quinta-feira, 23 de maio de 2013

Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote

Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote

Conmemoracion: 23 de Mayo
Este jueves inmediato a Pentecostés celebramos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, contemplamos el sacerdocio redentor de Jesucristo como la cumbre y compendio de su acción salvadora en el mundo. Jesús es el sacerdote de la nueva alianza que nos ha reconciliado con Dios y nos ha llamado a formar parte de su Iglesia haciéndonos hijos del Padre. Nos ha comunicado una nueva vida en el Espíritu Santo y nos ha convertido en Pueblo sacerdotal, participes de su sacerdocio para extender el reino de Dios a todos los hombres.

En medio de este pueblo sacerdotal, Dios, por medio de la Iglesia, elige a algunos de los hermanos para que desempeñen el sacerdocio ministerial y santifiquen al pueblo de Dios. Como cristianos en Cristo y por Cristo ellos ofrecen vida, gozos y sufrimientos, con alegría en el altar. Ellos, llamados a desempeñar el sacerdocio ministerial, se unen de modo singular a Cristo, Sacerdote, Cabeza y Pastor: "Sólo el sacramento del Orden atribuye al ministerio ordenado una peculiar participación en el oficio de Cristo Cabeza y Pastor y en su sacerdocio eterno" (Christifideles laici, 23). La misión del sacerdote ordenado es perpetuar el sacerdocio único de Jesucristo.

Por otro lado, así como Jesús une en su mediación los dos aspectos de la relación con Dios y con los hombres, y esto es lo que lo constituye sumo sacerdote, así nosotros debemos unir en nuestras vidas la fe que nos acerca a Dios y la solidaridad que nos une a nuestros hermanos.

Nosotros debemos integrar la relación con Dios en el centro de nuestra vida, haciendo que nuestro culto sea la propia vida entregada y no como una realidad aparte; entrar en relación con Dios y confrontarnos constantemente con su voluntad, y acercar a nuestros hermanos a Dios. Y esto sólo podemos realizarlo estando unidos a Cristo por los sacramentos, que no son observancias rituales, sino medios de unión con Él. En esto consiste nuestro sacerdocio común, en unir toda la realidad de nuestra vida y de nuestra muerte, a la realidad de la vida y de la muerte de Cristo en favor de nuestros hermanos.

Esta festividad de origen española, obtuvo aprobación de la Santa Sede en 1971. Fue incluida en el calendario litúrgico en 1974, y desde 1996, se incorporaron textos propios en la liturgia de las horas, enviados desde Madrid por Juan Pablo II, en conmemoración de sus bodas de oro sacerdotales.

Hoy fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, por la intercesión de Santísima Virgen, Reina y Madre de cada uno y de la Iglesia entera, oremos por los sacerdotes, para que sean dignos ministros de Nuestro Señor: hombres de oración, amantes del sacrificio, encendidos de celo por la salvación de las almas. Y en especial oremos por el Papa Benedicto XVI, que con tanta entrega y docilidad a Dios ha recibido la carga del Sumo Pontificado, para que el Señor le haga muy santo y llene de eficacia su labor en servicio de la Iglesia y de la humanidad.


“...Señor Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote,
concédenos tu Espíritu de Sabiduría y unión,
que a todos nos unifique en tu Cuerpo Místico, la Iglesia,
para ser tus testigos en el mundo...”

FESTIVIDAD LITÚRGICA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE



 
Jesucristo Sumo y Eterno SacerdoteEl primer jueves después de Pentecostés celebramos la festividad litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

Vivimos momentos de pasión de la Iglesia. Se exhibe en picota la infidelidad y aberraciones de unos ministros-¿infiltrados? ¿vividores?- indignos, como paradigma generalizado y abominable del sacerdocio, que es excelso porque encarna en la tierra al mismo Cristo. Decía, admirado, Pedro de Blois: «Dios, que no ha querido tener ningún cooperador en la obra de la Creación, quiere tenerlo en la obra de la Redención». Y este coadjutor es el sacerdote.

Esta festividad sacrosanta ha de ser para todos los católicos un día intensamente sacerdotal. Un día para amar el sacerdocio de Jesucristo prolongado en sus ministros. Para agradecer a Cristo este don inestimable. Ha de ser una jornada de santidad sacerdotal que nos reúna a todos: pastores y seglares, con un solo corazón y una sola alma, para pedir muchos y santos sacerdotes.
Y ha de ser un día para agradecer a los sacerdotes su entrega absoluta. El sacerdote actúa en la persona de Cristo... Perdona con el perdón de Dios, lleva su Palabra que se encarna en su propia palabra, perpetúa la presencia real de Cristo entre nosotros... Si a veces nos defrauda su insuficiencia personal, pensemos que a Dios no le ha estorbado. Consideremos el peso de la dignidad divina que lleva dentro. Y ¡cuántas veces no habremos ayudado a tal o cual sacerdote a superarse! ¡Cuántas lo habremos hundido más aún en el aislamiento, con la incomprensión y la maledicencia!

Es momento de hablar con valentía de la vida sacerdotal como de un valor inestimable y una forma de vida espléndida y privilegiada, porque se funda en la Palabra irrevocable de Dios. Porque el sacerdote está al servicio de todos los hombres. Y porque -parafraseando al cardenal Juan M. Lustiger- su acción no tiene por límite su propia capacidad de obrar, sino que se inscribe en la acción de Dios que obra a través de él.

Querríamos hacer llegar a todos los sacerdotes del mundo el testimonio de nuestro apoyo, de nuestra solidaridad, de nuestro amor... A todos les decimos: ¡Gracias, queridos sacerdotes!

Texto extraído de la revista AVE MARÍA • Núm. 763 • Mayo 2010
FONTE

Los sacerdotes han de ser como Cristo: sacerdotes y víctimas.

Autor: P. Jesús Martí Ballester
Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote
Los sacerdotes han de ser como Cristo: sacerdotes y víctimas.
Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote
Jesucristo: Sumo y Eterno Sacerdote
Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Todos hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.

Jueves después de Pentecostés.



1.
"Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure" (Jn 15,15).

Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos... No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. "No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido".LEER...

JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE




Se puede celebrar la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote el con el grado litúrgico de Fiesta, a todos los efectos.

Algunos apuntes importantes para tener en cuenta: la palabra sacerdote se compone de sacer y dote “sacrum y dotado” que significa el que tiene el don de ofrecer el sacrificio o el que ofrece lo que se tiene que sacrificar, lo que se sacrifica a Dios.

La palabra hebrea para sacerdote es “kohen” y para Sumo Sacerdote “Kohen HaGadol”, equivalente en griego Bíblico con “Archiereus”, de arc e hiereus, que viene de hieros, santo, sagrado, apartado.

En la religión se ha conocido hasta ahora como un ritual para cumplir un culto para buscar el perdón por el pecado (Lev 4). En la Ley de Dios se instituye para ofrecer un animal como ofrecimiento de agradecimiento o de perdón por los pecados de los hombres, o en definitiva para que bendiga a otros que por la carencia que tienen del Espíritu están lejos de Dios, para su acercamiento a Él.

En su origen era la parte del animal de la procreación, de la vida y del alma. Tiene connotación de intimidad con Dios, ningún otro personaje puede venir a la presencia de Dios sino el sacerdote (Éxodo 26:31-35; Levítico 16).

En Cristo todos somos sacerdotes porque a través de Jesucristo tenemos entrada al corazón del Padre (Hebreos 10:19-20). Además el que tiene el don o que dota es también el padre de la novia que aporta la dote al sagrado matrimonio, símbolo de la Boda del Cordero en la que, nosotros, la Iglesia se casa con el Hijo de Dios para reinar por la eternidad.

Es por lo tanto la persona que desempeña la acción de sacrificar. También la función del sacerdocio es la de interceder “intercede” de (ínter-cedere, donde cedere es morir, e ínter, es, en lugar de otro) o sea que el que intercede muere en lugar de otro. Una vida animal en lugar de la vida de una persona para que esta siga viviendo, porque la paga del pecado es la muerte… Romanos 6:23, y de hecho todos moriremos; luego la resurrección para el juicio.

Este sacrificio sería de continuo e inútil, pues no cambia a la persona. Jesucristo se ofrece a sí mismo como sacrificio por nosotros para reconciliarnos, para inter-ceder entre nosotros y el Padre y recibirnos en Su Corazón, si le amamos.

El sacerdocio de Cristo sí cambia a las personas porque hace que entre Su Espíritu, de Dios, en ellas, cuando le recibimos, y de una vez para siempre ha cumplido el sacrificio eterno, siendo el Autor de la vida y dando Su vida y volviéndola a tomar. Jesús es el Sacerdote por excelencia, el Maestro de las almas de los hombres y mujeres que han sido hechos en espíritu a la semejanza de Él.

En esta celebración tan importante, en el cual reconocemos que Jesús, Pastor Universal, ha enviado por vocación específica a hombres de nuestro tiempo para reunir a su pueblo, en su nombre, le damos gracias porque Él, que es el Buen Pastor, ha querido prolongar el cuidado de sus ovejas en sus sacerdotes.

Que ellos a quienes ha llamado amigos, vivan generosamente esa gracia. Llénalos de tu vida para que la puedan dar a tus ovejas. Protégelos en las tentaciones que se les presenten para herirlos y dispersar así al rebaño.

Para saber: “Esta festividad de origen española, obtuvo aprobación de la Santa Sede en 1971. Fue incluida en el calendario litúrgico en 1974, y desde 1996 se incorporaron textos propios en la liturgia de las horas, enviados desde Madrid por el Papa Juan Pablo II, en conmemoración de sus Bodas de Oro sacerdotales”

EL MISTERIO DE CRISTO
El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. El exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental.

Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultual. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre "sangre de la alianza", lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres.

El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra. Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una "acción de gracias" en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las "maravillas de Dios", de sus hechos salvíficos.

Cuando Jesús declara: "Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios. El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote.

Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?

Jueves después de Pentecostés: Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

 
Hoy, jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés, celebramos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Aunque no figura en el calendario de la Iglesia universal, esta fiesta se ha ido extendiendo por muchos países y diócesis.
La fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, fue introducida en España en 1973. Posteriormente fue solicitada por numerosos Episcopados de todo el mundo.
Se celebra el jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés. Tiene categoría de fiesta y cuenta con textos propios para la Misa y para el Oficio. En muchas diócesis se celebra también en este día la Jornada de santificación de los sacerdotes.
Como sabemos, el Nuevo Testamento no utiliza el término sacerdote para referirse a los ministros de la comunidad. Lo reserva para denominar a Cristo (cf. Hb 6-10) y al pueblo de Dios, todo él sacerdotal (cf. 1Pe 2,9).
En relación con Cristo, la carta a los Hebreos interpreta su sacrificio, en oposición a los sacrificios de los sacerdotes de la antigua alianza, como el nuevo, único y definitivo sacerdocio: «Así también Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios mismo le había dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice también en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre igual que Melquisedec» (Hb 5,5-6). La misma carta añade: «Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hb 9,11).
Mediante el bautismo, todos hemos sido configurados con Cristo Profeta, Sacerdote y Rey. Nuestra vida es sacerdotal en la medida en que, unida a la suya, se convierte en una completa oblación al Padre.
Hoy es también un día adecuado para meditar lo que nos dicen las Constituciones al hablar de los misioneros presbíteros: «Configurados por medio del Sacramento del Orden con Cristo Sacerdote, cuya persona representan principalmente en la celebración de la Eucaristía, compartan su muerte y su vida, de modo que conviviendo con los hombres susciten en los demás el recuerdo de la presencia del Señor» (CC 83).
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